lunes, 23 de enero de 2012

SOPA DE INFORMACION


Crecen las protestas en la red por el proyecto de ley que pretende restringir el acceso a la información que ofrece internet. Lo que subyace a dicho malestar son, por un lado, los derechos del autor y por otro los del consumidor. Argumentos van y vienen y no se termina de ver con claridad quién tiene la razón en la disputa. Al parecer, más allá del asunto de los derechos, lo que está en juego es, como siempre en nuestra época, el factor económico. Tanto de uno como de otro lado la perspectiva de análisis se limita a las dinámicas de consumo en las que nos hemos acostumbrado a vivir. Poco importan en el debate temas como el valor y la calidad de la información que transita velozmente por la red.

Aunque en algunos ámbitos se ha llamado a la  época actual, sociedad del conocimiento, sería más preciso y coherente con los sucesos llamarla sociedad de la información. Lo que caracteriza nuestro tiempo es el fácil y acelerado incremento en el acceso a la información a través de las herramientas tecnológicas. Desde la introducción de la radio y la televisión en la vida doméstica, se incrementó de manera significativa la cantidad de información a la que se podía acceder con respecto a los tiempos anteriores en los que la única manera de escuchar música, por ejemplo, era asistiendo a un espectáculo o interpretándola uno mismo. Con este despliegue de medios, el ser humano tuvo que acostumbrarse a recibir información constantemente, aún cuando no le apetezca en absoluto. Así, estamos sujetos hoy en día a escuchar y ver cuanto mensaje aparezca en los medios. Hemos tenido que aguantar la pobre creatividad publicitaria que con trucos baratos pretende vender sus productos, y soportar los insoportables “hits” del momento, sin derecho a réplica.

Internet se ha convertido en una sopa de información abundante pero poco nutritiva. De las miles de millones de páginas que ofrecen información, menos del 30% contienen conocimiento. El restante 70% se mueve entre la pornografía y la publicidad. Tal vez el malestar que ha generado el proyecto de ley radica en que el veto se haría justo sobre el acceso al material valioso (cine y literatura sobre todo). El proyecto de ilustración, que supuestamente impulsa la red quedaría del todo frustrado. La pregunta es si dicho proyecto efectivamente existe.

Si se garantizara que por la red efectivamente transita el conocimiento, valdría analizar los métodos de acceso de modo que ninguna de las dos partes (autor y espectador) queden en desventaja. Pero la duda surge cuando se pone en evidencia el uso superfluo que de dicha herramienta hacen las nuevas generaciones, por ejemplo,  para fines académicos. Muchas veces lo que representa el rápido acceso a la información es un incremento de la mediocridad. Si el promedio de permanencia en una página web es de máximo un minuto ¿qué se puede llegar a conocer y comprender? ¿Realmente el acceso a la información garantiza un mejor conocimiento?     

Quedan en la nube estas y tantas otras preguntas que merecen una reflexión seria y profunda en torno al uso de la tecnología como herramienta educativa y crítica en la supuesta sociedad del conocimiento. 

miércoles, 18 de enero de 2012

BIENVENIDO EL FIN DEL MUNDO

El 2012 no llega como un año nuevo más, sino como ícono del fin del mundo. No es la primera vez que en la historia se habla del esperado evento. Han sido múltiples los grupos de personas que se han preparado para un tránsito en el cual el mundo vigente dejaría de existir. Sin embargo, para el Occidente judeo-cristiano, el fin de los tiempos no parece estar tan próximo como para la supuesta tradición Maya. Lo curioso del caso es que, para muchos, la proximidad del fin es algo sumamente atractivo, por lo que prefieren asumir las predicciones sin reserva, incluso en contra de la tradición en la que han crecido. Se mezcla allí la superstición con un anhelo tan extraño como profundamente humano.


¿En qué radica esta inevitable atracción hacia el desenlace de los tiempos? A pesar de las terribles implicaciones de lo que supondría un evento así –catástrofes, muerte, destrucción–, es un tema que, en lugar de ser evadido, figura con cada vez más relevancia en las mentalidades de los grupos humanos. Se podría pensar que esto responde al hastío de una determinada época histórica o corriente cultural. Cuando se comienza a evidenciar un callejón sin salida, un agotamiento de las estructuras vigentes, el recurso es anhelar que algo superior ponga fin a la intolerable situación.


El 2012 recibe un mundo con todas sus estructuras en crisis. Aún cuando hace décadas ya se hacía evidente la crisis de las instituciones más fundamentales –como la familia y la educación–, los últimos años han estado marcados por una crisis económica y ambiental que al parecer ha calado de manera aún más profunda en las mentalidades, no solo de las nuevas generaciones, sino de la humanidad en general. Estas crisis unidas a los impactantes desastres naturales que han cobrado millones de vidas y a unas cuantas profecías difundidas mediáticamente, traen como resultado un escenario perfecto para el fin de los tiempos.


Pero este escenario no solo nos habla la sensación de hastío, sino que a su vez, refleja que se han puesto en circulación las ideas de cambio, transformación y crecimiento. Es la familiar dinámica entre muerte y nacimiento que alimenta la comprensión del sentido de la vida humana, presente en todas las cosmologías y religiones, la que renace con el nuevo año. Este fin del mundo al parecer responde más a un anhelo de cambio que ya no es posible postergar. La humanidad anhela, en conjunto, una transformación del estilo de vida que permita despertar del profundo sueño –o más bien, de la horrible pesadilla– de una vida entregada al consumo desmedido y al agotamiento y destrucción de la naturaleza tanto ambiental como humana.


El sistema económico y social vigente regido por el individualismo, el hedonismo y el egoísmo, está rozando su fin. Por fuerza de la crisis nos veremos obligados a experimentar nuevas dinámicas de relación económica, social y política en las que la clave será contar con el otro, trabajar por la comunidad. Sólo de este modo evitaremos un colapso mayor. El hombre, por afán de supervivencia, –si aludimos a su condición más animal– hará lo propio. Si esta profecía se cumple, bienvenido sea el fin del mundo.