martes, 4 de diciembre de 2012

PERSPECTIVAS


 
Acostumbrados a una misma y única perspectiva: la propia. Cada persona sujeta a su propia perspectiva, conoce el mundo desde sí misma y para sí misma. Es la gran maravilla de la persona humana, única, irrepetible, auténtica; pero al mismo tiempo, su peor condena. Lo relativo a sí mismo es lo que puede llegar a conocer y a vivir. Lo subjetivo termina siendo el único lugar posible desde el cual emite juicios sobre la realidad.

Este ambivalente rasgo, tan radicalmente humano, ha sido ensalzado en occidente de manera desmesurada. El resultado desafortunado ha sido el hastío de sí mismo al comprobar la ineficacia del relativismo y el subjetivismo como posturas vitales. Sin embargo, en su complejidad el ser humano encuentra la salida hacia los otros, los distintos y se abre en él como camino de realización la relación, la interlocución y la entrega.

Me ha sorprendido gratamente encontrar dentro de la literatura reciente dos novelas, casualmente escritas por autores ingleses, que ofrecen la posibilidad de un cambio de perspectiva. Annabel Pitcher en su libro "Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea" y Mark Haddon en "El curioso incidente del perro a media noche", dan muestra de un gran talento en el arte de ver el mundo a través de los ojos de otro.

Ver con los ojos de un niño la muerte, los atentados terroristas y la xenofobia hace que estas realidades altamente estereotipadas en nuestra cotidiana concepción del mundo adquieran nuevos matices y puedan ser vistas desde otro marco, más humano y veraz. En el exquisito relato de Pitcher, no queda desazón ni hastío al enfrentar problemas como el abandono infantil y el alcoholismo. Aunque duras, estas realidades vistas a través de los ojos de un niño de 10 años cobran un sentido  más amplio, más humano, a la vez que podemos reconocer pistas comprensión e incluso solución que desde otra perspectiva no comparecen. Al leer el relato, es inevitable comprender por qué el protagonista piensa y actúa como lo hace. Es inevitable, en resumen, encontrarse en ese otro altamente identificado.

En "El curioso incidente del perro a media noche" el autor abre una ventana aún más profunda, al invitar al lector a entrar en la perspectiva de un niño autista. Un niño abandonado por su madre y engañado por su padre, que descansa resolviendo problemas matemáticos y que decide emprende una investigación al estilo Sherlock Holmes, nos lleva a un mundo en el que la interpretación y la afectividad son sinónimo de confusión. El perfecto mundo mental del protagonista se ve perturbado por aquello que para el común de los mortales es señal de éxito social. Los gestos, las ironías, y los abrazos son señales tan confusas que, por necesidad, deben ser evitadas. El mundo simbólico que  damos por hecho, es para el protagonista, lo que le hace desconfiar y lo envía, cada vez con más fuerza, a la profundidad de su mundo. Inevitable preguntarse, después de esta lectura, por aquello que consideramos sólido y eficaz. Este libro nos enfrenta con la fragilidad de un mundo  interpretado y sujeto a afectos irracionales.

Curiosamente, el efecto de este cambio de perspectiva no es el distanciamiento, sino más bien, un reencuentro con el propio yo, en un nuevo nivel.

miércoles, 3 de octubre de 2012

LETARGO O ENSOÑACIÓN


 
¿Qué se puede esperar de una cultura sin lectura y apreciación del arte? Sólo un triste e irremediable estado de letargo. Cuando las fuentes de consumo no tienen ningún componente artístico, sino que se limitan a enlatados televisivos, música mediocre reproducida incansablemente por la radio, cine comercial y el inmenso pero poco profundo mundo de la Internet, la cultura pierde la capacidad de ensoñación que podría hacerla despertar del profundo letargo en el que se ve sumida.
El letargo supone la pérdida de actividad de los sentidos. Si bien, quien se encuentra en estado de letargo mantiene los signos vitales necesarios para sobrevivir, no reporta ningún tipo de reacción ante los estímulos que se le ofrecen y por ende, tanto los sentidos externos como los internos, se encuentran en una suerte de parálisis vital. Quien se encuentra en este estado puede ser manipulado a su antojo por un sujeto externo y corre el riesgo, si cae en manos aprovechadas, de sufrir abusos de todo tipo. Sólo si de su parte hay algún tipo de reacción fuerte, el aletargado puede llegar a liberarse de tal sometimiento. ¡Qué mala suerte si aquellos que manipulan y engañan están, a su vez, aletargados!
La vida social del hombre supone estados de letargo y de vigilia. El afán de supervivencia, dadas las circunstancias adversas que supone la sociedad actual, nos lleva a que los estados de vigilia se concentren en la defensa del pequeño espacio vital que nos promete felicidad o el derroche de fuerzas espantando los riesgos y amenazas que nos asechan. Paradójicamente, el estado de letargo es la alternativa que tenemos para crecer y desplegarnos, al margen de la manipulación social.
Esto solo es posible si el letargo se transforma en ensoñación. Quien sueña, aun cuando parece inmóvil, registra una profunda actividad. Los sentidos externos están plenamente activos y transmiten sensaciones tan vividas, que el soñador muchas veces prefiere no despertar. Hay quienes en sueños han podido resolver complejas situaciones para las que la vigilia no ofrecía suficientes herramientas. O quienes han visto con más claridad las intenciones de algún otro que, durante la vigilia, era sumamente difícil de leer. La ensoñación ofrece posibilidades humanas y también supra humanas, como las de volar, poseer fuerza física ilimitada, o estar en dos lugares al mismo tiempo para ser espectador de las propias acciones.
Para una cultura en letargo, la opción es la ensoñación, y la posibilidad de ensoñación es el buen arte. Sólo si hay lectura de buena literatura y ensayo, puede haber pensamiento activo y libre. Sólo si nuestra vista es nutrida por verdaderas artes visuales, se puede esperar una cultura capaz de proponer y transformar. Los espacios artísticos y la misma ejecución de la obra de arte suponen un gran componente de ensoñación que, contando con el despliegue de los sentidos en su totalidad y más allá de los límites que impone la vigilia, alcancen lugares y experiencias llenas de novedad. La ciudad respira por los espacios artísticos y a su vez, se despierta ella misma del letargo. Una ciudad que cuenta con ese oxigeno, podrá funcionar mejor, así quienes hacen cabeza permanezcan sumidos en un profundo e interminable letargo.

EL CLUB DE LA ACADEMIA



En una época en la que se presenta como el nuevo bien apetecible, ya no la posesión de bienes materiales por sí solos, sino la de aquellos que permitan acceso a la mayor cantidad de información (dispositivos tecnológicos de última generación), la producción y, sobre todo, la difusión del conocimiento se convierte en el centro de la actividad intelectual.
El profesor canadiense Jean Claude Guédon, pionero en Open Acces, quien por estos días visita nuestro país, ha teorizado en torno de las transformaciones que supone este giro de intereses y los posibles problemas que una errada concepción de estas nuevas dinámicas puede traer para el sistema educativo. Según el profesor Guédon, la posesión de conocimiento, hasta la primera mitad del siglo pasado, era considerada exclusiva de una pequeña elite. Quien poseía conocimientos estaba revestido de un halo de grandeza y dignidad que, desde la ignorancia, los otros no podían más que admirar. El monopolio del conocimiento se entendía como algo absolutamente normal y propio de determinadas elites encargadas de producirlo. La difusión de dicho conocimiento debía darse de modo restringido en lenguaje especializado, o ser sometido a un proceso de traducción y “rebajamiento” si se quería llegar a las masas.
Este esquema ya no es el mismo. La premisa del siglo XXI es el acceso libre a la información. El conocimiento migra de las elites a las masas, pues ahora todos pueden acceder fácil y rápidamente a millares de bits de información. Esto exige una revisión tanto de la educación como del oficio del académico.
Si estuviéramos en el mundo ideal, esta transformación sería la completa y total realización del sueño ilustrado. Con el conocimiento difundido a todos los rincones de la humanidad, tendríamos las herramientas necesarias para progresar social y humanamente. El libre acceso a la información promovería el desarrollo real del pensamiento. Pero en el mundo real las cosas no se han dado de ese modo. No hay libre acceso a la información aun cuando las herramientas existan y se han consolidado nuevas elites, ya no de conocimiento, sino del monopolio del acceso, uso y usufructo de estas herramientas.
Los famosos index en los que se mide y clasifica la calidad, pertinencia, seriedad y difusión de las revistas científicas es una muestra de ello. Guedón ha asemejado este fenómeno al de la afiliación a un club al cual sólo es posible pertenecer si cumples con unos requisitos de clase, fama y dinero que acreditan la conveniencia de la membresía (no para el individuo sino para el club, obviamente). En el caso del acceso a la publicación en determinadas revistas sucede lo mismo. No importa la calidad y excelencia real del trabajo que se presente. Importa si el autor del texto cumple con los requisitos de reconocimiento social que pone como requisito la revista. Ya sea por procedencia, lengua e incluso por el tema mismo (si está de moda o no), se mide si merece ser difundido dicho producto de conocimiento. De este modo se restringe y manipula el acceso a la información y, con ello, se reducen las posibilidades de que los medios de difusión masiva efectivamente estén poblados de verdadero conocimiento y no de información vacía.

lunes, 23 de julio de 2012

NO SABEMOS NADA


 Por estos días son múltiples las manifestaciones y opiniones con respecto a los acontecimientos que han tenido lugar en el Departamento del Cauca. La situación que viven los habitantes de esta olvidada región del país cobra relevancia, no por la gravedad de los sucesos, sino por el escándalo que estos han podido desatar. No es un secreto que este Departamento viene sufriendo situaciones de gravedad desde hace varias décadas, por influjo de actores del conflicto que en un escenario tan diverso se agudizan de un modo peculiar.
Lo que presentan los medios de comunicación sobre los sucesos acaecidos recientemente son sólo pequeñas cápsulas de información que llegan a un sector de la población cansado y adormilado y, por esto, incapaz de asumir una postura crítica que permita vislumbrar siquiera la punta del iceberg de lo que realmente sucede en ese sector del país. Dentro de las múltiples columnas, comunicados, noticias y opiniones sueltas (trinos y estados compartidos) no se ve en ninguna de ellas un atisbo de claridad. Nos manifestamos sin saber absolutamente nada. Opinamos llevados por las tendencias ideológicas o las maquinarias de interés. Pero estamos lejos de tener una mínima idea de lo que realmente compone el día a día de más de la mitad de Colombia; la Colombia que los medios y buena parte del Estado han desconocido casi completamente.
En tiempos en los que el respeto a lo distinto, la reivindicación del otro y el reconocimiento de la multiculturalidad no sólo se han convertido en temas de moda para los estudios socioculturales sino que también han acaparado buena parte de las agendas políticas de los países desarrollados y en vías de desarrollo, es inconcebible una situación que denote tal desconocimiento del otro como las que reporta la actualidad nacional. Sin duda, no está ni medianamente asimilado el discurso incluyente del que se enorgullecen académicos como políticos, en ninguna de las esferas responsables de aplicar las políticas que se le corresponden. Mientras que se gestan múltiples leyes, estrategias y carnavales que fomentan la inclusión de la comunidad gay para dar por cumplida la política de reconocimiento de las minorías, y se legisla en contra de las corridas de toros por un supuesto respeto a la vida, miles de colombianos indígenas, campesinos, soldados, ciudadanos todos, sufren una exclusión y discriminación constante por parte, no sólo de las instituciones del Estado sino de la ciudadanía misma. Es parte de la mentalidad.
En Colombia, país diverso por excelencia, no contemplamos al otro como motivo de respeto y reconocimiento. Ni al indígena, ni al soldado, ni a quien conduce el carro vecino, le otorgamos el respeto que se merece. Dentro de nuestra escala de valores ocupa un lugar bastante bajo que un alguien distinto de mi mismo tenga algo diferente para enseñar. A menos que esto distinto represente una utilidad -mejor si es económica- no forma parte de los focos de interés de los colombianos. Por diversos, estamos condenados como país a no prosperar en la medida en que no aprendamos el valor de nuestra condición y sepamos aprovechar la multiplicidad de visiones de mundo que confluyen sobre un territorio y que, por cosas del destino, han coincidido para constituir una nación.

REMINISCENCIA Y MEMORIA


Para la filosofía como conocimiento de las causas primeras y de los fines últimos, siempre ha sido un enigma el origen del conocimiento humano. Por qué somos capaces de reconocer y descubrir la lógica intrínseca del universo y de la realidad que nos circunda es una de las cuestiones sobre las que la filosofía, a lo largo de toda la historia ha indagado y especulado. Sin duda, el reconocimiento de las facultades superiores, inteligencia y voluntad, ha constituido la base para toda la investigación en torno del misterio del hombre y, en no pocas ocasiones, tanto la razón como la voluntad de poder han sido exaltadas como clave para resolver dicho misterio. Sistemas filosóficos como el de Hegel que afirma que “todo lo racional es real y todo lo real es racional” o el de Nietzsche que defiende la voluntad de poder como el objeto y fin de la vida del hombre, han sido profundamente influyentes en la configuración de la autocomprensión del ser humano hace ya varios siglos.
Sin embrago, desde la antigua Grecia, se consideró que tanto la razón como la capacidad de acción humana, no tienen sentido ni dirección si no están apoyadas en la memoria. Para Platón, el cosmos ordenado puede ser reconocido por el hombre justamente por vía de reminiscencia, al recordar su estado perfecto cuando, en lugar de estar atrapado por el cuerpo y engañado por lo mundano, habitaba el mundo perfecto de las ideas. El recuerdo comparece como clave de comprensión y como orientador de las acciones humanas. Con San Agustín, la memoria comienza a ser comprendida y estudiada como la tercera de las facultades humanas. Para el pensador africano, la memoria, no sólo es el apoyo para el entendimiento y la voluntad, sino que pasa a constituirse como clave en la relación que el hombre puede llegar a establecer con Dios, pues, como en el sistema platónico, los hombres han habitado previamente el mundo perfecto -en el caso de Agustín, han sido pensados por Dios- y por lo tanto, tienen posibilidad de recordar algo de dicho estado.
Estas aproximaciones al misterio de la memoria no comparecen en el actual modo de estudiar y comprender este tema. La memoria se limita, como proceso psicológico, al almacenamiento de datos útiles para una adecuada configuración del mundo. Aun en las aproximaciones que la historia ha hecho al concepto de memoria para resaltar su importancia en la construcción de la identidad nacional, por ejemplo, se las entiende como capacidad para recordar sucesos y hechos simplemente.
Pero el planteamiento filosófico arriba explicado no se limita a esta comprensión sino que justamente alude a la posibilidad, no de recordar lo que hemos hecho, sino de recordar lo que somos. La memoria como clave en la autocomprensión no funciona como un registro de datos, sino como una poderosa herramienta para reconocer quiénes somos y por qué actuamos como actuamos. Recordar supone la reconstrucción interpretativa de nuestras experiencias en las que no solo se pone en juego el entramado de conocimientos y acciones que constituyen nuestra vida, sino tal vez y de modo contundente, algún retazo de aquel mundo perfecto en el que fuimos alguna vez pensados.

martes, 29 de mayo de 2012

ESCÁNDALO VIRTUAL





La vergonzosa situación en la que fue filmado el senador Merlano ha sido motivo de múltiples manifestaciones por parte de los medios masivos de comunicación en la última semana. Las campañas en la red que exigen la renuncia del senador tienen ya miles de seguidores y la prensa sigue poniendo en primera línea hechos derivados del desafortunado incidente. Lo que cabe preguntar frente al escándalo es qué fue lo que realmente impactó de tal modo a la población civil para que se suscitara tal movilización. El senador Merlano no ha hecho nada distinto a lo que hacen todos los día millones de colombianos. Son múltiples los accidentes que se producen por la imprudencia de conductores ebrios; y son muchos más quienes apelan a su poder  y reconocimiento social para obtener un beneficio individual. No es algo oculto para nuestra sociedad que las instituciones públicas están plagadas de dinámicas poco rectas y que el tráfico de influencias es el pan de cada día en los recintos de la administración pública. Estamos acostumbrados a estos comportamientos y, más aún, solemos legitimarlos de la manera más descarada apelando a nuestra, muy característica, actitud servil.
Ya en otra columna he hablado de los imaginarios sociales perversos para describir el modus operandi del colombiano. Saltarse las normas es reconocido y aplaudido como una increíble sagacidad que funciona como llave de acceso a lo que el individuo anhele.
Entonces, si estamos acostumbrados y legitimamos, de modo inconsciente  (por lo menos, eso nos gusta creer), las transgresiones a la ley y el uso del poder en beneficio propio, ¿por qué Merlano escandalizó a la ciudadanía? Al parecer, la clave está en los medios masivos de comunicación y la difusión de la información en las redes sociales.
Que toda la escena esté registrada en video, como en el mejor de los reality shows, es el primer factor que desencadena múltiples reacciones. El colombiano común, en ese video, puede verse a sí mismo reflejado; queda allí expuesta toda su miseria; su mentalidad le es revelada de forma cruda y sin mediación y no hay cómo maquillar el incidente; no tiene herramientas para justificar los hechos y al contrario, siente vergüenza al observar como cae cada vez más y más bajo. El video se difunde velozmente por la red y las distintas manifestaciones comienzan a emerger. La primera será la indignación: ¿Cómo un representante puede actuar de ese modo? Y justo detrás viene la burla como segunda reacción: justamente por eso, porque es un representante. Después vendrá la débil defensa de la dignidad del colombiano al crear grupos que exigen la renuncia del senador. Seguramente, muchos de quienes apoyan y promueven los grupos no han asistido a las últimas elecciones porque su vida ya tiene lugar en la virtualidad y ese domingo prefirieron twittear sus críticas al sistema, en medio del guayabo que les dejó el no cumplimiento de la ley seca.
El escándalo solo ha tenido lugar en la virtualidad y las consecuencias serán asimismo completamente virtuales. Siempre y cuando quede constancia en la red del rechazo de la acción, bien pueden seguir manejando los borrachos y gobernando los corruptos, esos que representan a todos los colombianos. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

FELIZ DIA DEL MAESTRO


La vocación a la enseñanza ha sido una de las más claras en la historia de la humanidad. Quien quiere dedicar la vida a este oficio, desde muy temprana edad comprende que su realización consiste en guiar por los caminos del conocimiento a otros que así lo deseen. Es casi natural en él ir por la vida ávido de saber y presto a trasmitir aquellos hallazgos que le sorprenden y llenan de satisfacción.
Cuando quien ha elegido este camino se encuentra con los sistemas educativos de nuestro tiempo suele sufrir una profunda crisis de identidad por dos motivos. Uno, la tecnificación de la enseñanza y dos, la apatía de su auditorio.  Estos dos aspectos, son característicos tanto de la enseñanza media como de la superior. En el caso de las universidades es aún más complejo el panorama cuando se supone que quienes acceden a este nivel de educación han elegido libremente estar allí y  les apasiona aprender sobre su especialidad. La apatía y el poco compromiso son factores que desaniman hasta al más comprometido docente.
La técnica como invasora de los espacios del saber ha comprometido, en sentido negativo, la trasmisión de conocimiento. Las nuevas tecnologías y la imposición de la enseñanza por competencias, han establecido dinámicas que en lugar de procurar el desarrollo y la madurez del proceso de aprendizaje, lo han debilitado hasta el punto de detener su crecimiento. Las herramientas tecnológicas educativas o TIC’s –por utilizar el desafortunado nombre que se les da– se ofrecen como alternativa frente a la tradicional exposición magistral y la clásica lectura de textos. Se considera a las anteriores ya caducas frente a las nuevas propuestas tecnológicas y las múltiples didácticas que el siglo XXI ha traído como innovación. Si existe el videobeam y las diapositivas, ¿para qué la exposición magistral en la que el profesor trasmite sus conocimientos con un alto dominio de la retórica y el discurso?  Si existen WikipediaMonogrfias.com, ¿qué necesidad hay de gastar las horas en la biblioteca para conocer y recorrer las  colecciones clásicas y entrar en diálogo con sus autores? 
Lo paradójico del asunto es que la recepción por parte de los estudiantes, de estas nuevas tecnologías, al contrario de ser positiva, es directamente proporcional a la seriedad de las nuevas herramientas. Al principio del curso, la pregunta ya no es si el profesor será bueno y exigente, sino si será o no un profesor Karaoke (que lee y repite lo que dice la diapositiva proyectada). Se sabe, entre el ámbito estudiantil, que para ese sistema, la clave del éxito es no asistir a clase y aprovechar el tiempo estudiando lo que sí es serio.
La vocación de los maestros, por todos estos factores, se confunde hoy por hoy con la del recreacionista que tiene que encontrar las herramientas necesarias, no para enseñar a pensar, sino para ofrecerle a su audiencia elementos que motiven sus emociones. La cultura de la emotividad se ha apoderado por completo del entorno educativo y ya casi no queda espacio para ejercer en profundidad el oficio del maestro que tiene como fin despertar en los estudiantes un anhelo de saber que ponga en juego sus potencias y facultades.   

lunes, 14 de mayo de 2012


EL MITO DE LA LIBERTAD




La Arcadia del romanticismo nos ha legado un poderoso mito que se convierte en paradoja cada vez que alguien intenta alcanzarlo. La famosa afirmación rousseauniana según la cual nacemos libres pero la sociedad nos corrompe se ha arraigado fuertemente en las mentalidades de todos los pueblos occidentales y nos ha hecho considerar como enemigo número uno de nuestra libertad a la sociedad misma. Si la estructura social nos aleja de nuestra naturaleza y, por tanto, de la expresión real de nuestro verdadero yo, lo que queda es el rechazo o, para ser moderados, la profunda sospecha de todo aquello que la sociedad ofrece.

Esta postura es problemática desde muchos puntos de vista. En primer lugar, es contradictorio pensar que una realidad que existe y es constituida por seres humanos sea ajena y contraria a lo que el ser humano es. La naturaleza humana a la que Rousseau apela, está desprovista de lo más constitutivo de la especie humana, esto es, su condición social y su profunda "dependencia" cultural. Ya lo había señalado Aristóteles de modo contundente: el hombre es un ser social por naturaleza, y veintidós siglos después no conseguimos asimilarlo aún.

Justamente en el carácter social de nuestra condición está la clave para entender en qué consiste la libertad humana: somos libres porque somos sociales y somos sociales porque somos libres. Ningún otro animal tiene comprometida una parte tan significativa de su vida a la construcción libre. De hecho, en los animales la determinación indica con claridad el comportamiento y garantiza, en la mayoría de los casos, el éxito en la acción. La indicación de la biología es suficiente para el desarrollo vital. En cuanto al hombre, al contrario, encontramos que la pista biológica es insuficiente y errática. Es necesario el ejercicio de la libertad para el desarrollo vital, que deja de ser biológico para convertirse en biográfico. Con su acción libre el ser humano despliega su vida... o no.

La Arcadia romántica propone una libertad sin determinaciones y sin sociedad. Un espacio en el que nada ni nadie ofrece pautas de acción. Un limbo vital donde se puede hacer lo que se quiera en consonancia con la "naturaleza". Esta idea de libertad ha generado unas expectativas absolutamente ficticias en miles de seres humanos que, al perseguir su profunda naturaleza han rechazado sin más su entorno social, al considerarlo como obstáculo insalvable para alcanzar su libertad. Lo que ha quedado ocluido por este mito es justamente que la opción única y real que tenemos para ser libres está en la sociedad misma. Las determinaciones sociales son necesarias para ejercer lo que somos y justamente, nuestra libertad se amplía en la medida en que establecemos más determinaciones a nuestra acción.

Son muchas las vidas que terminan en el fracaso por perseguir este mito de la libertad indeterminada, solo posible en la irrealidad de Arcadia, pues al no entrar de lleno en la vida social recurren a la evasión a través de “paraísos artificiales” –por usar la expresión de Baudelaire al referirse a sus experiencias con el opio y el hachís–, que acaban por reducir al mínimo la maravillosa posibilidad humana de ejercer su libertad en plenitud, a través del compromiso.  

lunes, 30 de abril de 2012

DOS DÍAS DE SOL Y DE NUEVO LA TRAGEDIA



Dos días de sol en Bogotá y cae de nuevo en el olvido la tragedia invernal que nos azota. Los titulares de los diarios cambian repentinamente y los temas del día en los programas radiales se desplazan con facilidad hacia los hechos que atraigan oyentes. La situación que miles de familias, empresarios y trabajadores sufren a causa del invierno, se hace invisible. Esta es solo una situación dentro de muchas, en la que los sucesos, por terribles que sean, no calan en las autoridades ni motivan acciones preventivas e interventoras.

Este modo de comprender los hechos me remite directamente a la estructura de la tragedia tal como fue concebida por la antigua Grecia. En ella se representa no sólo una situación vital absurda y descabellada sino que se refleja una forma de comprender el destino que termina por explicar y resolver lo que carece de sentido. Para los griegos, la predestinación era una condición central en la existencia del hombre. Los designios caprichosos de los dioses, no podían ser modificados por las acciones humanas. La actitud frente al futuro es, desde esta perspectiva, la aceptación del destino anunciado por el oráculo, así se presente como absurdo y doloroso. El protagonista de la tragedia, en su afán por escapar, se comporta de manera torpe e insulsa, motivado no por la razón sino por la soberbia. En última instancia, no actúa con libertad real. Justamente, el concepto de libertad es un aporte posterior que nace y se desarrolla con el cristianismo y que se nutre con la perspectiva de la subjetividad explorada por el pensamiento moderno.

Aún cuando nosotros,   –colombianos del siglo XXI–  deberíamos haber heredado algo de esto –la noción de libertad–, parece que compartimos más la perspectiva de la tragedia griega frente a los sucesos que sufre la nación. Por un lado, nuestra pasividad frente a las tragedias se corresponde con esa visión de mundo en la que las acciones humanas no tienen nada que hacer frente a los designios caprichosos de los dioses (sean estos los ríos, las lluvias o la Pacha Mama misma). Por otra parte, la torpeza de las acciones que intentan contener los hechos trágicos responde sin duda a la soberbia de quien sólo se ocupa de sus propios intereses y de cuidar su posición de poder. Medidas que no responden a un estudio concienzudo de la situación dejan en ridículo al país entero. Ejemplo de ello es la “construcción” improvisada de “trincheras” con bultos de arena que pretende contener al rio desbordado. Increíble que no se haya previsto que al bloquear la entrada de agua, también se bloquea la salida y que dada la intensidad de las lluvias, la carretera que se quiere proteger queda convertida en una perfecta piscina. Frente a la acción torpe el resultado no es otro que quedar condenado a la tragedia misma de nuevo y para siempre. Afortunadamente, frente al caso en cuestión,  hay también excepciones. Se ha visto como la sociedad civil organizada es capaz de suplir la ausencia del Estado. Sigamos procurando que la tragedia no sea nuestra vida real sino una mera representación del absurdo, sobre la cual, como enseña Aristóteles, podamos hacer catarsis.     

lunes, 26 de marzo de 2012

LA POLIS HACE POLÍTICOS




Los disturbios de la semana pasada en las estaciones de Trasmilenio en Bogotá, vuelven a poner en evidencia la enfermedad que sufre nuestra querida ciudad. Cuando un cuerpo enferma lo hace por ausencia de algo que le corresponde. El organismo que debía funcionar de un modo equilibrado para permitir que el cuerpo sea lo que es, queda deteriorado por ausencia de alguno de sus elementos constitutivos (defensas, proteínas, etc.). La ciudad, como un gran cuerpo que exige equilibrio para funcionar como lo que es, enferma cuando carece de lo que la constituye: la ciudadanía.
Aristóteles, que concibe al ser humano como un ser social por naturaleza, entiende la ciudad no como resultado o construcción de las personas, sino como el ámbito del natural desarrollo de los seres humanos. Por lo tanto, la polis misma está configurada de manera natural como el lugar propio del hombre. Esta lógica tiene una consecuencia importantísima de la cual poco o nada somos conscientes. Esta es, que la ciudad es formadora de ciudadanos. El desarrollo humano depende en gran medida de la ciudad en la que habita. La anterior afirmación no debe confundirse con un determinismo ambiental o cultural, pues en éstos, la propuesta del hombre siempre queda radicalmente atrapada por su entorno o su cultura. Por el contrario, la postura aristotélica por la cual la ciudad es formadora de ciudadanos, exige una dinámica de doble vía en la que lo que prima no es el producto cultural sino el perfeccionamiento de las personas que habitan la ciudad. El ser humano es capaz de polis y esto exige una polis que le guie en su ejercicio ciudadano.
Comprender el desarrollo de las ciudades y de los hombres desde esta perspectiva es algo que merece una profunda reflexión, pues si se capta en qué consiste dicha dinámica y cuáles son los requerimientos tanto del hombre como de la ciudad para responder a su llamado, otras serían las políticas de gobierno y otra, radicalmente distinta, sería la vida en la ciudad.
La primera consideración que podría derivar de este enfoque es la prioridad de las políticas de formación ciudadana en los planes de gobierno de las ciudades. Sólo si se configura la ciudad en torno a los ciudadanos se podrá esperar que la ciudad misma sea el ambiente natural para que cada uno pueda ejercer como el humano que es y que forme ciudadanos. Esta formación que se espera no es el obligado cumplimiento de las normas de transito; es algo un poco más complejo y significativo: ser políticos. Lo que se espera de la formación de la ciudad es que ofrezca  al mundo y a la sociedad políticos competentes, esto es, personas que comprendan que existe un bien común y que sepan administrar el poder de acuerdo con éste. La aptitud política natural en los seres humanos, es el reconocimiento de lo común y su favorecimiento. Por lo tanto, una manifestación pública que destruye los bienes comunes es un cáncer social que ha invadido ya todo el organismo.
Una ciudad gravemente enferma, que no puede formar políticos, es decir, que no fomenta lo más natural en el hombre, solo tiene una salida: morir y volver a nacer.  

miércoles, 14 de marzo de 2012

LA COMIDA Y EL ALMA

Al ver de nuevo en estos días la película El festín de Babette, inspirada en el cuento de Isak Dinesen que lleva el mismo nombre, no dudo en calificarlo como uno de los mejores relatos que he podido conocer. Para categorizarlo de este modo señalo tres características peculiares: la novedad del tema, la sutileza de los diálogos y la exaltación del arte.
Aunque los tres aspectos se prestan para amplios comentarios, considero que el primero de ellos merece un reconocimiento precisamente porque en tiempos de comidas rápidas, la apreciación de la buena mesa parece brillar por su ausencia.
¿Por qué, para el ser humano, comer no sólo tiene un efecto biológico sino que adquiere múltiples y novedosos significados cada vez que tiene lugar? La hora de la comida siempre representará una oportunidad en múltiples niveles; en las relaciones, en el arte, en lo trascendente se abren las esferas de innovación y la comida se convierte en un motivo para conocer, para crear, para amar.
Comer es uno de los grandes misterios del hombre por la complejidad que adquiere una simple función básica (la nutrición). Basta con observar todo lo que acontece alrededor de la comida para intuir que lo que se persigue a través de ella no es una simple porción calórica. La relevancia del comer en la esfera espiritual anuncia un punto aún más alto en el significado que la comida adquiere para el animal humano. La marca del trayecto religioso está estrechamente relacionado con lo que se come y lo que no. Sin embargo, aún cuando en todas las tradiciones religiosas la comida tiene un papel crucial en el camino que el ser humano emprende hacia lo divino, nuestra época ha opacado y confundido este tipo de relación;
El festín de Babette revela una de las posibles confusiones y presenta una resolución inspiradora. En ella, se calca a la perfección la esfera de novedad que envuelve la comida; desde lo exótico de los ingredientes que Babette manda traer de Francia, hasta el contraste casi risible entre la sobriedad y sencillez de los comensales y la elegancia y deleite con que está puesta la mesa, el relato va guiando al espectador hacia el descubrimiento de lo trascendente a través de aquello que comúnmente se asocia con su contrario: el cuerpo y los placeres. La transformación que la experiencia culinaria imprime en los comensales es el sello con el cual se manifiesta el misterio del buen comer. El efecto del banquete es sorpresivo y abrumador. Los comensales quedan envueltos en un halo misterioso que los reconcilia entre sí y les recuerda el sentido de sus vidas. Justo aquello a lo que temían les ofrece, de manera gratuita e inesperada, lo que tanto anhelan.
El autor narra como “de lo ocurrido después de la velada nada puede aquí precisarse. Ninguno de los invitados lo recordó más tarde con claridad. Solo sabían que las habitaciones se llenaron de una luz divina, como si varios pequeños halos se hubieran fundido en un resplandor glorioso”. La experiencia de la que han sido partícipes es la gran obra de una artista. Han encontrado, gracias a ella, el lugar que al comer le corresponde.  

martes, 28 de febrero de 2012

Caminos de la Filosofía


El último libro del filósofo español Alejandro Llano, que tiene como título el de esta columna, es una merecida reivindicación de la filosofía como aquel saber que, en su anhelo de verdad, puede hacer “rozar la felicidad con la punta de los dedos” a quien decide emprender con valentía y pasión esta magna tarea.
Le presentación del libro, que ha tenido lugar el jueves pasado en el auditorio de la Universidad de La Sabana, ha sido un espacio reconfortante en el cual el autor ha abundado en algunos puntos de su última obra. Cabe resaltar entre ellos sus ideas en torno a los sueños como aquello que comparece en la vida del hombre, muchas veces con más fuerza y nitidez que la experiencia de la vigilia. El filósofo español señala que los sueños, siguiendo Calderón, componen gran parte de la vida de los seres humanos. La ensoñación está presente no sólo cuando dormimos sino que el mundo de los pensamientos esta poblado de ensoñaciones que son los que nos permiten interpretar las cosas y las personas. Los sueños, a la vez son los que impulsan los grandes proyectos vitales y mantienen el vínculo con el futuro y el pasado, categorías también vigentes solo en el ámbito de lo no real. Este carácter irreal de la vida humana es, para Llano, la posibilidad, por contraste, de vislumbrar lo real, algo verdadero en sí mismo. Es la filosofía la que tiene la tarea de explorar estos contrastes hasta lograr colarse, por sus fisuras, en la realidad misma.
Esta perspectiva de la realidad sitúa al filósofo de modo estratégico frente al espectáculo del mundo. Todos los ámbitos de la sociedad –desde la política hasta la religión– son ámbitos que merecen una intervención filosófica. De hecho, estos campos reclaman una reflexión que reoriente algunos de los caminos por los que se han extraviado los esfuerzos humanos. La filosofía tiene algo que decir, no solo en el ámbito cerrado de la disciplina, sino en todos los escenarios de la sociedad. El filósofo español ha seguido este llamado casi al pie de la letra, pues su preocupación por difundir su conocimiento lo ha llevado a realizar numerosas publicaciones de carácter divulgativo dirigidas a los hombres de la calle. Es, tal vez, esta característica lo que permite afirmar de él, que es un verdadero filósofo, pues, como él mismo ha señalado, al filósofo le gusta la vida en las calles, especialmente en las ciudades, pues es el lugar en el que ocurre el encuentro con los otros y donde se presenta en plena ebullición la multiplicidad de versiones de la vida humana. Esta vida es de donde un verdadero filósofo bebe, orientado desde luego por la interlocución con quienes en la historia han trazado pasos significativos en los caminos de la filosofía.
El diálogo intelectual, marcado por la amistad y el amor, es la clave de esta tarea ya que “si dirigimos con otro los ojos hacia la realidad, el diálogo tiene unas consecuencias imprevisibles y, en ocasiones, sorprendentes. La condición para que suceda esta maravilla es la disposición a anteponer el valor de la verdad al placer del supuesto triunfo retórico.” Caminos de la Filosofía, p. 31.

lunes, 20 de febrero de 2012

EL AMOR COMO PARADOJA

Hablar del amor es tan difícil como apasionante. No hay un tema que atraiga más la mirada del ser humano por su majestuosidad y, sobre todo, por el misterio que encierra. Es verdad universal la del amor como motor y sentido de la vida y no parece haber un ser humano ajeno a su tremendo influjo. Las grandes historias giran en torno a su búsqueda y a la infinidad de elementos que lo rodean. Sin embargo, pese a la multiplicidad de aproximaciones y a la variedad de experiencias que atestiguan el papel del amor en la vida del hombre, se mantiene intacto el misterio insondable de esta profunda realidad.
Al parecer, es ineludible en la tarea biográfica preguntarse por este misterio. A fuerza de golpes las más de las veces, el amor comparece tarde o temprano y tiñe la existencia con tonalidades tan novedosas como extrañas. El claroscuro de la experiencia amorosa logra remover las fibras más profundas de la interioridad humana e imprimir una perspectiva y una energía capaces de transformar por completo la propia vida.  
Pero al mismo tiempo que revitaliza e impulsa, el amor trae siempre consigo una especie de herida mortal. Quien ahonda en el amor, sabe que a su vez está cavando el pozo del dolor. Cuanto más se ama, mayor será la herida que la traición o la indiferencia puedan causar. El amor contiene en sí la paradoja y la contradicción.
Marcel Proust en su majestuosa obra En busca del tiempo perdido explora, entre otros temas, el amor como contradicción y anhelo. El detalle con el que describe el mar de sentimientos, pensamientos y afecciones que suscita la espera o el encuentro con el ser amado, pone en evidencia la profunda contradicción en la que el amor se presenta. Describe el amor como una “enfermedad inevitable, dolorosa y fortuita” que se puede sufrir únicamente por aquellas cosas que no se poseen totalmente. La posesión total del ser amado sería, para Proust, la misma muerte del amor, pues lo que lo hace ser lo que es, es justamente el anhelo. Cuando ya se da por supuesto a quien se ama, muere el misterio y con él, el amor mismo, pues abandonar la búsqueda del otro es quedar nuevamente suspendido en la propia soledad. El amor entonces supone búsqueda constante, anhelo de conocer y entregar.
La paradoja se hace evidente cuando interviene el dolor que acompaña la experiencia amorosa. En esa búsqueda, en el anhelo que impulsa el amor, la herida, es un ingrediente ineludible que se incrementa en la medida en que el amor crece. Anhelar más es sufrir más porque no se posee en plenitud, pero es al mismo tiempo e inexplicablemente amar más.
Olvidar esta condición del amor es desconocer toda su riqueza. El mal que nos ha hecho la versión indolora y aséptica del amor propia de la sociedad de consumo consiste en ir desdibujando cada vez más la realidad del amor hasta hacerla completamente irreconocible. La imposibilidad de ver amor donde hay dolor, entrega, sufrimiento y anhelo imprime en los seres humanos de nuestro tiempo una suerte de tara afectiva que trae como consecuencia el fracaso, no solo en cuestiones amorosas, sino en la propia vida. 

lunes, 23 de enero de 2012

SOPA DE INFORMACION


Crecen las protestas en la red por el proyecto de ley que pretende restringir el acceso a la información que ofrece internet. Lo que subyace a dicho malestar son, por un lado, los derechos del autor y por otro los del consumidor. Argumentos van y vienen y no se termina de ver con claridad quién tiene la razón en la disputa. Al parecer, más allá del asunto de los derechos, lo que está en juego es, como siempre en nuestra época, el factor económico. Tanto de uno como de otro lado la perspectiva de análisis se limita a las dinámicas de consumo en las que nos hemos acostumbrado a vivir. Poco importan en el debate temas como el valor y la calidad de la información que transita velozmente por la red.

Aunque en algunos ámbitos se ha llamado a la  época actual, sociedad del conocimiento, sería más preciso y coherente con los sucesos llamarla sociedad de la información. Lo que caracteriza nuestro tiempo es el fácil y acelerado incremento en el acceso a la información a través de las herramientas tecnológicas. Desde la introducción de la radio y la televisión en la vida doméstica, se incrementó de manera significativa la cantidad de información a la que se podía acceder con respecto a los tiempos anteriores en los que la única manera de escuchar música, por ejemplo, era asistiendo a un espectáculo o interpretándola uno mismo. Con este despliegue de medios, el ser humano tuvo que acostumbrarse a recibir información constantemente, aún cuando no le apetezca en absoluto. Así, estamos sujetos hoy en día a escuchar y ver cuanto mensaje aparezca en los medios. Hemos tenido que aguantar la pobre creatividad publicitaria que con trucos baratos pretende vender sus productos, y soportar los insoportables “hits” del momento, sin derecho a réplica.

Internet se ha convertido en una sopa de información abundante pero poco nutritiva. De las miles de millones de páginas que ofrecen información, menos del 30% contienen conocimiento. El restante 70% se mueve entre la pornografía y la publicidad. Tal vez el malestar que ha generado el proyecto de ley radica en que el veto se haría justo sobre el acceso al material valioso (cine y literatura sobre todo). El proyecto de ilustración, que supuestamente impulsa la red quedaría del todo frustrado. La pregunta es si dicho proyecto efectivamente existe.

Si se garantizara que por la red efectivamente transita el conocimiento, valdría analizar los métodos de acceso de modo que ninguna de las dos partes (autor y espectador) queden en desventaja. Pero la duda surge cuando se pone en evidencia el uso superfluo que de dicha herramienta hacen las nuevas generaciones, por ejemplo,  para fines académicos. Muchas veces lo que representa el rápido acceso a la información es un incremento de la mediocridad. Si el promedio de permanencia en una página web es de máximo un minuto ¿qué se puede llegar a conocer y comprender? ¿Realmente el acceso a la información garantiza un mejor conocimiento?     

Quedan en la nube estas y tantas otras preguntas que merecen una reflexión seria y profunda en torno al uso de la tecnología como herramienta educativa y crítica en la supuesta sociedad del conocimiento. 

miércoles, 18 de enero de 2012

BIENVENIDO EL FIN DEL MUNDO

El 2012 no llega como un año nuevo más, sino como ícono del fin del mundo. No es la primera vez que en la historia se habla del esperado evento. Han sido múltiples los grupos de personas que se han preparado para un tránsito en el cual el mundo vigente dejaría de existir. Sin embargo, para el Occidente judeo-cristiano, el fin de los tiempos no parece estar tan próximo como para la supuesta tradición Maya. Lo curioso del caso es que, para muchos, la proximidad del fin es algo sumamente atractivo, por lo que prefieren asumir las predicciones sin reserva, incluso en contra de la tradición en la que han crecido. Se mezcla allí la superstición con un anhelo tan extraño como profundamente humano.


¿En qué radica esta inevitable atracción hacia el desenlace de los tiempos? A pesar de las terribles implicaciones de lo que supondría un evento así –catástrofes, muerte, destrucción–, es un tema que, en lugar de ser evadido, figura con cada vez más relevancia en las mentalidades de los grupos humanos. Se podría pensar que esto responde al hastío de una determinada época histórica o corriente cultural. Cuando se comienza a evidenciar un callejón sin salida, un agotamiento de las estructuras vigentes, el recurso es anhelar que algo superior ponga fin a la intolerable situación.


El 2012 recibe un mundo con todas sus estructuras en crisis. Aún cuando hace décadas ya se hacía evidente la crisis de las instituciones más fundamentales –como la familia y la educación–, los últimos años han estado marcados por una crisis económica y ambiental que al parecer ha calado de manera aún más profunda en las mentalidades, no solo de las nuevas generaciones, sino de la humanidad en general. Estas crisis unidas a los impactantes desastres naturales que han cobrado millones de vidas y a unas cuantas profecías difundidas mediáticamente, traen como resultado un escenario perfecto para el fin de los tiempos.


Pero este escenario no solo nos habla la sensación de hastío, sino que a su vez, refleja que se han puesto en circulación las ideas de cambio, transformación y crecimiento. Es la familiar dinámica entre muerte y nacimiento que alimenta la comprensión del sentido de la vida humana, presente en todas las cosmologías y religiones, la que renace con el nuevo año. Este fin del mundo al parecer responde más a un anhelo de cambio que ya no es posible postergar. La humanidad anhela, en conjunto, una transformación del estilo de vida que permita despertar del profundo sueño –o más bien, de la horrible pesadilla– de una vida entregada al consumo desmedido y al agotamiento y destrucción de la naturaleza tanto ambiental como humana.


El sistema económico y social vigente regido por el individualismo, el hedonismo y el egoísmo, está rozando su fin. Por fuerza de la crisis nos veremos obligados a experimentar nuevas dinámicas de relación económica, social y política en las que la clave será contar con el otro, trabajar por la comunidad. Sólo de este modo evitaremos un colapso mayor. El hombre, por afán de supervivencia, –si aludimos a su condición más animal– hará lo propio. Si esta profecía se cumple, bienvenido sea el fin del mundo.