¿Qué se puede esperar de una cultura sin lectura y apreciación del arte? Sólo un triste e irremediable estado de letargo. Cuando las fuentes de consumo no tienen ningún componente artístico, sino que se limitan a enlatados televisivos, música mediocre reproducida incansablemente por la radio, cine comercial y el inmenso pero poco profundo mundo de la Internet, la cultura pierde la capacidad de ensoñación que podría hacerla despertar del profundo letargo en el que se ve sumida.
El letargo supone la pérdida de actividad de los sentidos. Si bien, quien se encuentra en estado de letargo mantiene los signos vitales necesarios para sobrevivir, no reporta ningún tipo de reacción ante los estímulos que se le ofrecen y por ende, tanto los sentidos externos como los internos, se encuentran en una suerte de parálisis vital. Quien se encuentra en este estado puede ser manipulado a su antojo por un sujeto externo y corre el riesgo, si cae en manos aprovechadas, de sufrir abusos de todo tipo. Sólo si de su parte hay algún tipo de reacción fuerte, el aletargado puede llegar a liberarse de tal sometimiento. ¡Qué mala suerte si aquellos que manipulan y engañan están, a su vez, aletargados!
La vida social del hombre supone estados de letargo y de vigilia. El afán de supervivencia, dadas las circunstancias adversas que supone la sociedad actual, nos lleva a que los estados de vigilia se concentren en la defensa del pequeño espacio vital que nos promete felicidad o el derroche de fuerzas espantando los riesgos y amenazas que nos asechan. Paradójicamente, el estado de letargo es la alternativa que tenemos para crecer y desplegarnos, al margen de la manipulación social.
Esto solo es posible si el letargo se transforma en ensoñación. Quien sueña, aun cuando parece inmóvil, registra una profunda actividad. Los sentidos externos están plenamente activos y transmiten sensaciones tan vividas, que el soñador muchas veces prefiere no despertar. Hay quienes en sueños han podido resolver complejas situaciones para las que la vigilia no ofrecía suficientes herramientas. O quienes han visto con más claridad las intenciones de algún otro que, durante la vigilia, era sumamente difícil de leer. La ensoñación ofrece posibilidades humanas y también supra humanas, como las de volar, poseer fuerza física ilimitada, o estar en dos lugares al mismo tiempo para ser espectador de las propias acciones.
Para una cultura en letargo, la opción es la ensoñación, y la posibilidad de ensoñación es el buen arte. Sólo si hay lectura de buena literatura y ensayo, puede haber pensamiento activo y libre. Sólo si nuestra vista es nutrida por verdaderas artes visuales, se puede esperar una cultura capaz de proponer y transformar. Los espacios artísticos y la misma ejecución de la obra de arte suponen un gran componente de ensoñación que, contando con el despliegue de los sentidos en su totalidad y más allá de los límites que impone la vigilia, alcancen lugares y experiencias llenas de novedad. La ciudad respira por los espacios artísticos y a su vez, se despierta ella misma del letargo. Una ciudad que cuenta con ese oxigeno, podrá funcionar mejor, así quienes hacen cabeza permanezcan sumidos en un profundo e interminable letargo.