lunes, 29 de julio de 2013

LOS SUEÑOS PERDIDOS



El impulso vital que los sueños otorgan a la vida no se compara con el que contiene la realidad a secas. Aún cuando es en el diario vivir donde al final terminan realizándose o no aquellas fantasías que configuramos de acuerdo a nuestros más profundos anhelos, la alegría y entusiasmo que imprimen no se derivan de su realización.
Soñar, configurar de modo imaginario un escenario vital deseado, es un ejercicio ineludible en la vida humana. El ser humano es capaz de percibir de modo casi intuitivo, el terror y la angustia que supone perder dicha capacidad. Quien no sueña despierto, quien no anhela con la imaginación, queda atrapado en el angosto mundo inmediato, que no alcanza a satisfacer las aspiraciones humanas, que por de más, suelen ser poco modestas.

¿De qué están hechos aquellos pensamientos que consiguen mover de tal manera la voluntad humana? El pensamiento sin más, salvo para algunos filósofos tal vez, no representa una fuerza tal que consiga mover la voluntad. Hace falta que en el pensamiento haya comprensión, entendimiento. Pero no de cualquier tipo. La comprensión que logra mover la voluntad debe contener algo de promesa. Quien comprende no solo hace un hallazgo intelectual sino que percibe que son sus acciones las que dotan de sentido lo comprendido. La promesa contiene la clave de la acción, pues motiva a alcanzar lo visto para así poder reclamar lo prometido.

Los sueños son promesas que nos hacemos a nosotros mismos en lo más profundo de nuestro ser. Nuestra vida adquiere un color especial, un ritmo y una melodía que invita a la danza, al movimiento, a la realización de aquello que fuimos capaces de vislumbrar en su expresión más bella.  El impulso vital que imprime a la existencia no tiene comparación con casi ninguna de las experiencias humanas. Sólo tal vez, con aquella fuerza del amor que también tiene que ver con aquella capacidad de prometer y de alcanzar lo prometido.
Los sueños, se dice, no contienen realidad. Sin embargo, si se los contempla en detalle, se puede descubrir que tal vez son lo más real que podemos llegar a tener en la vida. Pues al final, lo que se mantiene no son las experiencias sino los motivos profundos. Son ellos los que permiten en últimas decir quienes somos. Nos hacemos reconocibles y valiosos, más que por nuestros actos, por aquello que nos motivó lo realizado.

La fragilidad de los sueños es también especial. Los sueños se desvanecen fácilmente cuando se estrellan con una pequeña arista de la cruda cotidianidad. El contraste entre aquello que soñamos y el modo en el que efectivamente se dan las cosas es radical, doloroso, hiriente. Sin embargo, a pesar de la cruda distancia entre lo vislumbrado y lo acontecido, es posible reconocer en los diversos escenarios trazos de aquel horizonte perfecto que inspiró la acción en un principio. El sueño se desvanece pero no desaparece, pues quedan dispersos, trazos del material que los compone y con él se construye en pequeñas partes la realidad.
La realidad al final contiene aquellos sueños que pensamos que no se cumplirían, aún cuando no se parezca en nada a lo soñado. 

jueves, 7 de marzo de 2013

LA VIOLENCIA EN TARANTINO (II)

Django, esclavo liberado, sobre un caballo -cosa imposible en tiempos de esclavitud- observa cómo los perros de los amos blancos, devoran a un fugitivo. Ha echado a perder el intento que su liberador y protector, Dr. King Schultz, había hecho por evitar tal barbarie. La escena es aterradora. Pero no por el ataque canino a un ser humano, que aunque espeluznante no es aprovechada como escena de despliegue de efectos espectaculares. Aterra allí observar de lo que es capaz el ser humano. La soberbia, la incapacidad de compasión, el afán de superioridad y dominio. Queda en evidencia la miseria humana en toda su expresión.
Esta escena del filme de Quentin Tarantino, Django unchained, está lejos de parecerse a las escenas de violencia a las que nos tiene acostumbrada la gran pantalla. La diferencia radica en el resultado que genera en el espectador. Mientras que las escenas violentas de las consagradas películas de Hollywood, dejan en el espectador la sensación de que ser violento vale la pena, en este filme, con toques de ironía, deja claro que el papel de super héroe violento es ante todo, ridículo.
Este esfuerzo estético vale la pena porque justo incita a otro tipo de modelos televisivos y cinematográficos. Mientras que las películas estándar presentanuna perfección y autosuficiencia que lo único que generan en elespectador es una gran frustracióndado que nunca llegará a ser como esos héroes pero sin embargo le ofrece el uso de armas como modelo, en el filme de Tarantino, a través del humor, el espectador concluye el absurdo de todo tipo de violencia.
Esta conclusión es posible porque a través de las escenas queda claro que todos somos capaces de las peores accionesy que, si no estamos atentos,seremoscapaces de tolerar el maltrato y la discriminación hasta límitesinsospechados.La violencia desmedida que aparece a lo largo de la película, no es atractiva en absoluto. La exageración de las escenas no genera admiraciónsino repugnancia y, en algunos casos, incluso risa. Gran diferencia con respectoal modelo a que nos ha acostumbrado Hollywood, queen muchos de casos busca que el acto violento sea espectacular y bello.
Con los videojuegos y la televisión ocurre lo mismo. Al ofrecer al espectador un modelo ajeno al humano, en el que se exalta la violencia como único medio para la solución de problemas y no se muestra la incoherencia presente en este tipo de acciones, se incita la búsqueda de un modelo imposible. Creeremos, a través de este modelo, que el ser humano debe exaltar la fuerza sobre la razón y que tiene, por esa vía, el poder para aplastar a los débiles y rechazar a los distintos. Este modelo además, presenta al hombre capaz de absoluto autodominio, pues la seguridad con la que mata a otros no puede venir de otra actitud.
Nada más ajeno a lo que somos como especie humana. Desconocer nuestra profunda debilidad y nuestra casi total incapacidad de autodominio sin duda puede llevarnos por mejores rumbos en los que recurramos a la verdadera fuerza de nuestra condición, a saber, la racionalidad y el diálogo.
El filme de Tarantino sin duda será catalogado como violento. Por eso la necesidad de apertura se hace, en estos días, aún más necesaria.

LA VIOLENCIA EN TARANTINO (I)



A raíz de las últimas matanzas que han tenido lugar en colegios y lugares públicos a manos de jóvenes desequilibrados, se ha vuelto a encender el debate en torno de la influencia de la televisión, el cine y los videojuegos en este tipo de masacres. Esta cuestión se suele resolver con una ecuación simple: si se proyectan contenidos violentos, los espectadores se comportarán violentamente.
Si así fueran las cosas no tendríamos más que erradicar los contenidos violentos de los medios de comunicación para vivir en un mundo pacífico. Infortunadamente, el asunto no es tan simple. La violencia es tan antigua como la Tierra. Desde que existe el hombre en el mundo, éste ha tenido que lidiar con una constante lucha de opuestos en todos los ámbitos de su vida. La condición humana y, se puede decir también, la del mundo, es la contradicción. Esto hace que la violencia sea un elemento constante tanto en las dinámicas naturales como en el ámbito del comportamiento humano.
Se trata pues de alcanzar una suerte de equilibrio de modo que la violencia no se ejerza de modo indiscriminado y que esté siempre sometida por la razón como orientadora de las acciones. En esta lucha, el ser humano se ha encontrado con las artes como aliadas en la tarea de orientar las acciones humanas. En todas las culturas el arte ha representado un espacio de comprensión y sublimación de los complejos aspectos que componen la vida del ser humano.
Aristóteles ha dejado un excelente registro del efecto catártico del teatro y del beneficio que reporta en el comportamiento humano y la vida en sociedad. La representación debe conseguir que el espectador se sienta identificado de tal modo con el actor, como para que pueda comprender el sentido de las acciones que se realizan. La clave está en la calidad de la obra de arte.
Según lo anterior, la pregunta que debemos hacer a la televisión, el cine y los videojuegos no es si son o no violentos; se les debe cuestionar más bien si son "buenos", es decir, si están bien hechos o no, si son productos de calidad.
Por lo general, nos hemos acostumbrado a encontrarnos, tanto en el cine como en la televisión y en los videojuegos, un modelo de héroe que, además de recurrir a la violencia para solucionar los problemas, tiene todo bajo control y parece no tener defectos. Para el espectador es prácticamente imposible percibir en esas representaciones lo absurdo que es el recurso a la violencia. Por otro lado estos modelos no recogen casi nada de humanidad, es decir, aquellos héroes sin defectos ni problemas, están a una distancia infinita de lo que es un hombre en realidad.
Pero no todo lo que se hace en estos medios tiene este defecto. Por ejemplo, en el último film de Quentin Tarantino, Django unchained, que ha sido catalogado como muy violento, el efecto es el contrario. El director consigue recrear una situación y generar una identificación tal en el espectador que le deja ver el absurdo en la situación que está presentando. En la película queda claro que todos somos capaces de todo; esto, sin duda, es algo que vale la pena recordar. Continuará...