lunes, 20 de junio de 2011

A PROPÓSITO DEL PERDÓN


La reciente aprobación de la Ley de Víctimas hace urgente una reflexión en torno a lo que significa una reparación integral. La clave de dicha pretensión es nada más y nada menos que el perdón. A la luz de la propuesta de la filósofa Hanna Arendt vale la pena resaltar algunos puntos que deben ser tenidos en cuenta en la formulación de leyes y políticas que buscan fomentar en la población civil una auténtica reparación. Sólo si tenemos en cuenta qué es el perdón y cuáles son sus fundamentos se podrá conseguir una reparación que devuelva a las víctimas la parte que es posible devolver de aquello que les fue arrebatado por la violencia.

La novedad de la propuesta de Arendt está en considerar, desde el principio, el perdón desde una perspectiva social. El perdón ha sido entendido en occidente como un acto propio de la esfera privada. Pero si miramos con detalle su naturaleza veremos cómo, aunque el perdón acontece en el ámbito puramente personal, no se limita a la esfera de la individualidad ya que la clave del perdón es el amor. El amor como motor y posibilidad del perdón exige que formulemos preguntas tales como si es posible pensar en una política fundada en el amor. Esto, para una mente occidental anclada en la tradición moderna, no es más que una tonta cursilería. Pero ya Arendt advertía los riesgos de desconocer en la esfera pública la condición humana. Para no caer en este error su propuesta es una correcta comprensión de la alteridad. Comprender que el otro es distinto es la única vía para poder perdonar, pues el amor solo se pude dar por los otros y con los otros. Desde esta perspectiva, la esfera pública es el lugar por excelencia del amor.

El poder de estar con otros, cada uno desde su individualidad distinta y original, es el escenario apropiado para una experiencia de perdón que abre la novedad en el devenir histórico, político y social de los pueblos. El carácter, en apariencia irreversible, que se desencadena de la exclusión de las actividades mentales y del amor de la esfera pública, es precisamente lo que se romperá gracias a la posibilidad de perdonar.

“La posible redención del predicamento de irreversibilidad –de ser incapaz de deshacer lo hecho aunque no se supiera, ni pudiera saberse, lo que se está haciendo– es la facultad de perdonar. El remedio de la imposibilidad de predecir, de la caótica inseguridad del futuro, se halla en la facultad de hacer y mantener promesas. Las dos facultades van juntas en cuanto que cada una de ellas, el perdonar, sirve para deshacer los actos del pasado, cuyos “pecados” cuelgan como la espada de Damocles sobre cada nueva generación; y la otra, al obligar mediante la promesa, sirve para establecer en el océano de la inseguridad, que es el futuro por definición, islas de seguridad sin las que ni siquiera la continuidad, menos aún la duración de cualquier clase, sería posible en las relaciones entre los hombres.” Esta cita de Arendt en La condición humana deja planteada la tarea del político: ofrecer las islas de seguridad necesarias para una reparación que sea verdaderamente integral.

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