viernes, 10 de junio de 2011

¿QUÉ ES LO REAL?


Hace un par de semanas asistí a una conferencia del profesor Indalecio García sobre el concepto filosófico de tiempo en la película Inception. Además de la interesante tesis del profesor García en la cual introduce una noción de tiempo que no dependa de quién tiene conciencia del movimiento para poder medirlo, sino que esté, por decirlo de alguna manera, implícito a cada cosa, me llamó en especial la atención una aproximación a la clásica pregunta en torno a lo real. El final de la película deja abierta la pregunta de manera dramática: el tótem, el polo a tierra del soñador, se mantienen girando infinitamente.
¿Cuál es la realidad? ¿Sigue soñando aquel que piensa que ha regresado a la vida real? Este tema es ya un clásico en la filosofía. La especulación en torno a los estados de sueño y vigilia ha servido como metáfora central para indagar en lo que significa estar realmente despierto y ha aportado grandes pistas en la ardua tarea que implica poder afirmar algo acerca de la realidad. La realidad es pues, algo que se nos escapa, aún cuando contemos con ella como certeza para vivir diariamente. Se nos escapa cuando algo, dentro de aquella supuesta certeza comienza a perder su habitual nitidez y poco a poco se desdibuja bajo una avalancha de dudas y sospechas.
Estas dudas y sospechas no provienen, como alguno podría pensar, de una actitud negativa o de claudicación ante la vida; al contrario, es cuando alguien se plantea vivir en serio y llevar su vida hasta las últimas consecuencias al poner en juego todo su potencial, que se hace evidente que aquello que en apariencia se suele presentar como real, proviene muchas veces del engaño y simulacro que tiene como consecuencias una vida vivida a medias. Quien no se compromete a vivir en plenitud, suele pactar fácilmente con la mentira en varios frentes. En el campo social, suele mostrar solo la parte de sí mismo que le ayude a conseguir unos cuantos beneficios materiales. Para conseguir, dinero placer y fama no hace falta casi nunca ser sincero; basta con una buena representación. También en el campo personal e íntimo prima el simulacro para quien no es capaz de mirarse a sí mismo con sinceridad por miedo a encontrarse con una mera ficción que mucho tiene de monstruoso.
Acostumbrados a vivir en aquella cómoda ficción, la realidad se nos escapa de la mirada. Percibir lo que hay de real en las personas y en el mundo requiere ante todo aceptar que no todo lo que vemos y no todo lo que se nos presenta como tal realmente lo es. Pero solo el interés por la verdad que supone, a la vez, una cierta confianza en encontrarla, puede aproximarnos un poco a ella. La actitud de sospecha radical no es una buena aliada, pues terminará por paralizarnos ante lo dado y obligarnos a construir un mundo alternativo en el que nos sintamos seguros. Se trata entonces de correr el riesgo y de creer que detrás del simulacro existe el ser. La valentía será necesaria para poder desenmascarar el mundo de ficción que nos rodea; conseguirlo supone, en primera instancia, desenmascararnos a nosotros mismos.

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