La risa es una expresión exclusivamente humana. No se ha visto aún el primer animal que emita tal manifestación gestual y expresiva ante la intempestiva caída de uno de los miembros de su manada. Tal vez esto explica por qué tampoco los animales tienen un rostro que define su identidad. Estos dos factores ligados hablan de la peculiaridad del animal humano, de su especial constitución bilógica y de su carácter simbólico y cultural. Analizar qué es la risa nos remite directamente a otra peculiaridad humana un tanto menos animante: la posibilidad del absurdo. La risa, la carcajada, el sentido del humor tiene su nicho inicial en las situaciones absurdas, en las situaciones que superan el marco de la lógica racional. Dichas situaciones, claro está, solo pueden ser protagonizadas por seres humanos. Así, el animal humano no solo puede comportarse absurdamente sino que puede reconocer una determinada situación como tal y en respuesta emitir una sonora carcajada. Es una suerte de premio al absurdo, pudiéramos decir. Cuando el cerebro humano identifica el error en una determinada situación, en lugar de indisponerse, activa el sentido del humor y premia la detección del absurdo.
Los medios de comunicación se han encargado de difundir los múltiples estudios que algunas organizaciones han realizado para medir el nivel de felicidad de los pueblos. Por lo menos tres de estos estudios han llegado a la conclusión de que países del tercer mundo -o para ser políticamente correctos- en vías de desarrollo, ocupan los cinco primeros lugares en dicha categoría. Son países en los cuales quienes deberían velar por el bien común, terminan por apoderarse de él para beneficio personal y superfluo; países en los cuales los recursos que deberían dirigirse a cubrir las necesidades básicas de salud y educación de los ciudadanos más necesitados se invierten en la compra de armas y en el fortalecimiento de la seguridad; países en los que se vulneran constantemente los derechos fundamentales sin que eso haga mella en quienes deberían velar por su respeto; países, al fin y al cabo, que viven día a día situaciones tan absurdas que terminan por ser risibles.
Si tenemos en cuenta que la risa y el humor son unos de los parámetros que ayudan a conformar la categoría de la felicidad, tendrá bastante lógica que justo esos países sean los más felices, pues entre más absurda la situación, más risa y humor despertará en quienes la viven.
La risa se convierte en este caso en una especie de estrategia de tolerancia. Podríamos decir que ante tales desproporciones sociales, culturales, humanas, la solución es una buena carcajada. Tomar el caos vigente con sentido del humor ayuda, además, a comprender con mayor agudeza la situación en cuestión, pues si reconocemos lo que hay de absurdo en ellas es porque también comprendemos cual sería la contraparte que ayudaría a sobrepasar el error reconocido. El humor inteligente, aplicado a las coyunturas humanas puede ser considerado una cátedra de vida.
La risa entendida como un reflejo de la paradoja existencial nos habla de la condición humana en su más básica raíz. Mucha razón tenía Mark Twain al afirmar que “el ser humano solamente tiene un arma realmente efectiva: la risa”.
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