miércoles, 6 de abril de 2011

TRATANDO DE ENTENDER

El hombre es un animal racional. Esta clásica definición pone como clave en la comprensión de lo que somos, a la racionalidad. Nos caracterizamos por nuestra capacidad de entendimiento y por ese peculiar modo en el que nos comportamos en el mundo. Se espera de cualquier representante de la especie humana que se comporte racionalmente; que se relacione con el mundo y la realidad de manera lógica y coherente. Pero al mirar los fenómenos actuales no es extraño encontrar en ellos la ausencia de razón, la falta de lógica y la primacía del absurdo. Somos capaces de destruir, matar, robar y agotar recursos a pesar de entender que esos actos tienen consecuencias nefastas. ¿Qué falla allí? ¿Por qué no nos comportamos en concordancia con aquello que, al parecer, entendemos tan claramente?

Tal vez lo que nos hace falta es explorar en detalle de qué se trata el entendimiento humano y aceptar que no consiste en una recolección y clasificación de datos sin más. La comprensión de la realidad implica una puesta en marcha de todo el ser de quien conoce, es decir, no sólo de su capacidad de exploración científica sino del talante afectivo, del trasfondo cultural y del mundo relacional en el que se encuentra.

Porque en la base del conocer está la confianza; hemos adquirido los conocimientos básicos porque creemos en lo que nos dicen. Creemos a nuestros padres cuando somos niños, creemos a nuestros maestros del colegio y la universidad, creemos al autor de un libro, creemos a nuestros amigos… La mayoría de nuestros recursos cognoscitivos, es decir; la base de datos con la cual pensamos y comprendemos tiene su principal fuente en los otros. Son pocas las ideas que han nacido originalmente en nuestro intelecto. Una propuesta, por más original que sea, debe dar crédito a su fuente inspiradora. Originales y auténticos sólo podemos ser en la medida en que hacemos uso de aquello que nos han legado.

Así las cosas, salta a la vista la necesidad de la confianza en la tarea de entender la realidad. El mundo empresarial ha descubierto la confianza como clave para el éxito, precisamente porque si actuamos con base en ella se amplía inmediatamente el espectro de comprensión y entendimiento. No sabemos qué tan conscientes sean los empresarios de esta relación entre confianza y comprensión, pero de lo que sí están seguros es de la efectividad del método. Si confiamos, dicen, las cosas funcionan mejor. Desde luego, para que esta “fórmula” funcione, hace falta ante todo, moverse en el ámbito de la verdad. No es posible confiar en el otro si existe riesgo de engaño. El sistema educativo se iría al traste si desconfiáramos de lo que allí se enseña y si a su vez los maestros sospecharan que los libros fueron escritos, no para trasmitir un conocimiento verdadero, sino para manipular y engañar.

Bajo la sospecha no podemos vivir, y mucho menos bajo el engaño. Quien no cree en el otro no aprende, y si no aprende es poco lo que puede proponer. Así se entiende por qué en un país como el nuestro, en el cual es difícil confiar en el otro, hay graves carencias de entendimiento.

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