Frente a una situación que promete dolor y sufrimiento, la reacción del común de los seres humanos es procurar evitarla a costa de lo que sea. Pero no hay una vida humana que no esté marcada por la dureza de las experiencias dolorosas y el sufrimiento que éstas traen consigo. Las tragedias naturales de los últimos tiempos nos recuerdan nuestra frágil condición y nos produce un fuerte sufrimiento saber que poco o nada podemos hacer para evitarlas. El trayecto del hombre en el mundo está marcado por el dolor, y por ello, el sufrimiento es el compañero inevitable de tan importante viaje.
Para muchos, esta condición es sinónimo de desesperanza y sinsentido. Han sido bastantes quienes han renunciado a su propia existencia para evitar el sufrimiento que ésta conlleva y últimamente pululan las ideologías que promueven como meta existencial la evasión y erradicación de cualquier tipo de dolor. El antídoto, se ha pensado, es la sociedad del confort. En cuanto más cómoda sea la vida, más cerca estará la felicidad, se plantean algunos.
Pero la realidad es que el sufrimiento no se puede erradicar de la vida del hombre. Quien pretende vivir sin dolor tiene que renunciar, de paso, a lo que hace la vida verdaderamente interesante. Una vida poblada de amor, de sueños por cumplir, de entrega y compromiso con los otros, implica siempre una dosis de sufrimiento. Sólo podríamos conseguir no sufrir por la muerte o el dolor de otros, si esos otros nos fueran del todo indiferentes. Así, ¿qué vida vale la pena?
Pero, paradójicamente, el sufrimiento contiene el secreto para encontrar sentido a la propia vida. Son incontables los testimonios de personas que a través del sufrimiento han visto por vez primera el valor de su existencia y de la de los demás. Cuando el ser humano se enfrenta a situaciones límites es cuando realmente pone a prueba todo su ser y encuentra las herramientas para salir adelante. Ante el sufrimiento, el ser humano se descubre como un ser capaz de esperanza, capaz de sobrellevar con amor cualquier circunstancia por absurda e injusta que sea.
Ante el dolor, el ser humano sólo cuenta con dos opciones. La primera de ellas es el rechazo; esta actitud implica no sólo cargar con el dolor propio de la situación sino que además trae consigo un sufrimiento extra que el mismo ser humano agrega al no aceptar su condición y que trae como resultado que la misma vida sea “insufrible”. Pero existe la otra alternativa. El ser humano puede optar por la aceptación; esta actitud implica descubrir en el sufrimiento nuevos caminos y oportunidades para realizar la propia vida; a través del sufrimiento las circunstancias adversas se convierten en ocasiones de transformación y cambio; es por medio de ellas que se presenta la oportunidad, a veces única en la vida, de dar todo de sí.
Sólo desde esta perspectiva es posible comprender una afirmación tan radical como la que hace Benedicto XVI en la segunda entrega de su libro Jesús de Nazaret: “A fin de cuentas, la verdad y el amor no tienen otra arma en su lucha contra la mentira y la violencia que el testimonio del sufrimiento”
Me gusta mucho!! Es verdad, sin dolor no se hace nada que realmente valga la pena.
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